Sunday, March 16, 2014

la mujer contra el patriarcado

¿QUÉ ES EL PATRIARCADO?

Orden social vigente que supuso la instauración del Poder; comenzando con
una toma de poder histórica por parte del hombre sobre la mujer, en el que las
mujeres, fruto de la represión sufrida, y como medida autodefensiva, construida
para sobrevivir en un mundo masculino; han colaborado y colaboran en el
sostenimiento de él de forma inconsciente generalmente; la mujer ha pasado de
ser propiedad del hombre a asociada.  Ya que, en dicho orden “el Hombre” es
el centro y medida de todo, y el análisis de la realidad se hace desde lo
masculino (androcentrismo). Se trata de una organización social cuya institución
primaria es la familia, en la cual el Padre manda, l@s hij@s obedecen y la
maternidad es negada. 
 Durante mucho tiempo, la Madre y la Mujer en general,  estuvieron sometidas al
Padre y/o al Marido, al Hombre, en parecida forma que l@s niñ@s al Padre;
progresivamente esto fue cambiando, de tal manera que la Mujer, en nombre de
la igualdad, ha ido asumiendo el modelo masculino y las relaciones de
dominación establecidas en el sistema sin darse cuenta. Por todo ello, también la 
Madre ha renunciado a ella misma, poniéndose de parte del Padre; frente a l@s
niñ@s, desde el adultocentrismo (es decir, el/la “Adult@” es el centro y medida
de todo y lo más importante).
El Patriarcado es el origen de todas las formas de dominación. Supuso la
primera gran división social, anterior a la escisión en clases, la cual no es más
que un reflejo de la primera.
Digamos que las señas de identidad ancestrales de la cultura matrística
(matrifocal) giran en torno a conceptos como: la maternidad respetuosa con la
criatura [con su libertad y autorregulación] y basada en el deseo materno;
comunidad + colectivización + apoyo mutuo + conciliación; la persona como
parte de la naturaleza; emoción, sensibilidad, sensualidad + racionalidad,...
antagónicos de la lógica de la dominación patriarcal: la propiedad, la familia-
matrimonio, la desensibilización, la jerarquía, el Estado, la civilización,  la
colonización, el ejército, la explotación, ...
Pasos para el control de la Mujer como sujeto histórico

Plano psicobiológico:
 “El Hombre: 1º la raptó, 2º la violó, 3º la hizo madre a la fuerza, 3º le quitó l@s
hij@s también a la fuerza, 4º cuando se hubo saciado de la violencia le dijo que
corría peligro y que él estaba dispuesto a “protegerla”” (Victoria Sau).

Plano psicosocial:
1º Infundiendo miedo mediante la represión violenta más o menos directa, 2º
despreciando a ellas y a todo su mundo, 3º alabando su función femenina al
servicio del patriarcado y 4º permitiendo la masculinización de la mujer, no por
demostrar sus capacidades sino por capacitarse para el sistema establecido,
pasando de objeto  a sujeto, perfeccionándolo.
Cada vez que una mujer sufre malos tratos por parte de un hombre,
en el sentido aceptado por el propio Patriarcado, se reproduce el proceso de
sometimiento histórico psicosocial, excepto en la “masculinización” que es
rechazada (por tratarse de unos malos tratos o machismo más visceral).
El Patriarcado ha perpetrado el asesinato de la naturaleza humana, ha
domesticado a la criatura humana, la ha arrebatado su capacidad de ser libre.
El Patriarcado ha cometido el Matricidio Humano Universal.
El Patriarcado ha provocado la traición femenina, creando “mujeres cohartada”
y “mujeres-macho”.

Habría que “matar al Hombre” para liberar a las mujeres.
Habría que “matar al Padre... o a todo lo que le represente” para liberar a l@s
niñ@s y evitar el matricidio.
Habría que recuperar a “la mujer prohibida” para acabar con el patriarcado.

lA MECÁNICA PATRIARCAL Y SU REPERCUSIÓN

El Patriarcado marca las pautas en el plano social, más, si cabe, que las
circunstancias económicas o políticas, al menos en un plano más profundo y
universal, ya que de él parten todos los sistemas del Poder.
Al principio el objetivo fundamental del Hombre consiste en tratar de demostrar
su supremacía exageradamente (impresionar), de la única manera que entonces
estaba capacitado a ejercer: por la fuerza física, la brutalidad y la crueldad, y lo
hizo en un plano personal mediante la represión directa hacia las mujeres y lo
femenino ancestral, y en un plano social  mediante el imperialismo (la dominación
masiva de otros pueblos) y el establecimiento de leyes (Derecho: Código de
Hammurabi, Derecho Romano, etc.).
“Mediante el dominio y la posesión de las mujeres y de l@s hij@s el Hombre
suple su complejo de inferioridad, debido a su papel complementario y
secundario como apoyo maternal en la concepción y la crianza que tiene por
naturaleza, y es así como en compensación  de sus mermadas facultades
naturales, crea una cultura reaccionaria en la medida en que toda ella no es sino
una reacción a no- ser (control de la vida y la muerte)”. (Victoria Sau).
Después, además, logró consolidar el Patriarcado, negando la naturaleza misma
del ser humano y eliminando todo vestigio de ella que se encontraba en las
mujeres y las criaturas: primero mediante la separación de las mujeres en
función de la utilidad (sexual, materna y custodia), a continuación mediante la
moralización y después mediante la civilización, consistente en mostrar como
malo la proximidad, el contacto afectuoso, el establecimiento de tabúes como la
sexualidad (tabú del incesto, complejo de Edipo,...), la muerte, el dinero, las
cosas de mayores,... en la inculcación y asunción de modales y normas de
comportamiento represivos y autocoercitiv@s. 
Debido a las carencias propias naturales y las generadas por la ruptura del
vínculo materno y la frialdad en las relaciones, el Hombre tiene un afán de
posesión cada vez mayor que le lleva a expoliar los recursos de otr@s pueblos
y a mercantilizar la vida, poniendo la sociedad y su medio al servicio del Dinero,
cuyo valor supremo será el respeto a la propiedad. 
Progresivamente el afecto, la heterosexualidad y la fidelidad matrimoniales,
basados en la preferencia personal, se convirtieron en amor conyugal
obligatorio para todos, al servicio de la procreación. Aún con la abstinencia
como posición moral más elevada. 
La mujer era vista como un ser imperfecto y delicado.
En la actualidad las premisas cambian, por conveniencia del sistema patriarcal, a
raíz de cambios sociales inducidos (a pesar de la Iglesia y de los sectores más
conservadores de la sociedad), se produce un ensalzamiento de la función
sexual “la ideología del sexo sustituye la necesidad de la ideología del amor en el
matrimonio” (condicionado por la utilización de métodos anticonceptivos y la
mercantilización del deseo) y se favorece la aceptación de otras formas de
familia no tradicionales, así como la soltería, y busca la conciliación de la vida
laboral de ambos cónyuges con la crianza de l@s hij@s (tratando de favorecer
la función procreativa y la masculinización de la mujer), todo lo que, unido a la
creación de falsas necesidades en el individuo lleva a favorecer, de forma
completamente irracional, la explotación de los recursos y el consumo
desmedido (capitalismo).

violencia social contra las mujeres
 La Violencia contra la mujer contribuye al sistema de poder, organizador de la sociedad dentro de un complicado conjunto de relaciones en la a veces
invisible e interiorizada asunción de la supremacía
masculina. La violación no es la única forma de
control que los hombres sociales pueden ejercer en
relaciones de pareja, de amistad o de compañerismo.
La función del abuso ya sea éste tanto físico como
emocional es una forma de mantenimiento involun-
tario de jerarquías y control sobre la mujer, sexuali-
dad femenina, y sistemas de reproducción.
   El silencio y la discreción que con frecuencia
envuelven cuestiones de poder y dominación de
guna forma debería ser tomado como cómplice; sin embargo, nosotras
como mujeres y supervivientes no permaneceremos en silencio mucho
comunicado
guna forma debería ser tomado como cómplice; sin embargo, nosotras
como mujeres y supervivientes no permaneceremos en silencio mucho
más.
Los ataques sexuales y la violación no son cosas que simplemente
pasan. No son simples transgresiones individuales. Estos actos son po-
líticos – perpetuaciones intencionales de un sistema de dominación; un
sistema que subordina a las mujeres en muchos niveles; un sistema que
siempre es violento, hostil, y manipulador; un sistema que no puede pro-
ponerse “arreglar” a los perpetradores a un nivel filosófico y luego volver
a acogerlos en los brazos de la comunidad que han atacado. Y nunca fue
un simple ataque, sino un refuerzo deliberado de la opresión patriarcal.
Estos sistemas requieren a una autodefensa tan material como los actos
al que se enfrenta.
  
VIOLENCIA INTERIORIZADA DE LAS MUJERES
esto plantearé cómo aparece en esta sociedad patriarcal la violencia interiorizada en las mujeres y cómo después, se trasmite a las criaturas, convirtiéndolas en género masculino y género femenino.
La sexualidad de la mujer y el falocentrismo 
La sexualidad de la mujer no es siempre la misma. A lo largo de su vida pasa por diferentes ciclos y estados sexuales, unos de mayor producción libidinal que otros y, sobre todo, de diferente orientación. El equilibrio emocional, tanto psíquico como orgánico, libidinal y hormonal, que sostienen nuestros cuerpos es un proceso ondulante cíclico. Sin embargo, funcionamos como si nuestra producción sexual y libidinal fuese algo rectilíneo y siempre la misma, entrando en una sexualidad adulta y falo-céntrica.
En el falocentrismo, el falo es el centro de la sexualidad que se orienta y gira en torno al él, siendo el objeto de todas las pulsiones, de todo el deseo, capaz de atraer y absorber el conjunto de la energía erótica de la mujer. Este mensaje lo vamos interiorizando desde que nacemos, desde el momento en que, como dice Lea Melandri, “nuestra madre no esta ahí como mujer con su cuerpo de mujer en gestación extrauterina sino de mujer del hombre para el hombre”. Al negarnos su cuerpo, niega todo el caudal de energía erótica y toda la sexualidad no falocentrica de la mujer. Y aprendemos a percibirnos a través de la mirada del hombre y a desvalorar nuestro cuerpo. Esto es el núcleo básico, el germen inicial de una socialización que será devastadora de nuestro cuerpo y de nuestra energía sexual; no sólo porque de niñas y adolescentes nos perdemos todo un desarrollo-no falocéntrico- de nuestra sexualidad, sino, sobre todo, porque nuestro cuerpo adulto ha somatizado toda esa represión, se ha hecho un cuerpo acorazado y tieso con un útero inmovilizado, sin haber desarrollado nuestro sistema erógeno, interiorizando. Además, la desvalorización y el desprecio del propio cuerpo, origen de toda la misoginia, el caudal de emoción envenenada que alienta la sociedad patriarcal.
                No es el mismo estado sexual ni el mismo equilibrio hormonal el que tiene la mujer cuando ovula que cuando menstrúa. También es diferente el estado de la mujer grávida de la que no lo está, ni el de la mujer en parto o después del parto, o durante la gestación extrauterina o a lo largo de una lactancia prolongada..., o cuando vivimos la pasión amorosa con otra persona.     Hemos perdido, a lo largo de la socialización patriarcal, la percepción del estado cambiante de nuestro cuerpo, de cómo lo sentimos, de nuestros diferentes flujos y de sus olores, siendo éste elemento básico de la sexualidad y de la atracción mutua.
                Hace 4 o 5 mil años, el poder de un colectivo de hombres creó una sociedad basada en el sometimiento de la mujer y las criaturas. Este sometimiento incluía de una manera muy especial, su sometimiento sexual; es decir, se creo una sociedad basada en la violación sistemática de los deseos de la mujer. Independientemente de que esta violación en la práctica sea más o menos forzada o violenta, según los momentos, poco apoco se consigue que el deseo de la mujer deje de ser relevante, hasta que se anula, desaparece y se limita a la complacencia falocéntrica. Las mujeres perdieron sus costumbres (reuniones, bailes voluptuosos, baños sensuales compartidos entre hermanas, tías, madres, abuelas...) Perdieron la libertad de su cuerpo y la conciencia del mismo, el cuerpo a cuerpo con sus criaturas. Perdieron la maternidad, nacida del deseo e impulsada por el placer. El deseo sexual en la mujer pasa a ser lascivo y deshonesto. Las madres entrañables pasaron a ser patriarcales, teniendo la misión de introyectar el pudor y recato a las hijas convirtiéndose en la garantía de la paralización de todo atisbo de producción deseante del deseo sexual de las futuras generaciones de mujeres. Se cortó de raíz el valor del cuerpo femenino y eldesarrollo natural de la sexualidad de la mujer. Por ello, la mujer empezó a taparse con velos, a andar tiesa como un palo, a cambiar la forma de sentarse: antes de cuclillas o en asientos bajos con las piernas abiertas; ahora con las piernas juntas, recubiertas por amplias faldas...
                 En oriente están los velos, y en esta sociedad occidental existe una auto- represión y una violencia interiorizada en nuestros cuerpos. Interiorizar que nuestros cuerpos sólo valen para gustar a los hombres es una violencia que  destruye el enorme potencial que tenemos, es una autentica castración y negación de nuestras vidas. Y todo porque carecemos desde el nacimiento de la madre entrañable, del cuerpo de mujer que es el entorno adecuado para responder a toda la producción amorosa propia de nuestra condición humana; no hay reciprocidad ni humanidad donde puedan fluir y expandirse toda esta producción. Entonces, con tanto anhelo de amor que no cesa de frustrarse con tanta ansiedad de amar y ser amadas, concentramos todas nuestras fuerzas en hacer lo que sea para adaptarnos a la norna que establece lo que hay que ser, y lo que hay que dejar de ser, para tener esa aceptación y ese amor que nos es imprescindible para vivir. Sin embargo, todo esta ritualizado y normalizado, y sólo se perciben los procesos más visibles de esta autodestrucción como la anorexia y la bulimia, siendo sólo la punta de un gran iceberg que es preciso determinar y conocer.
Cómo actúa el orden simbólico en el  inconsciente femenino y masculino
                La falta básica, la falta del cuerpo a cuerpo con la madre, no se dice ni se sabe, pero su anhelo se proyecta a lo que vemos, desde nuestra soledad en la cuna: papá y mamá juntos en la misma cama (u otras relaciones). Esta imagen se presenta como el fin de la ansiedad y la relación del deseo, que entonces se percibe, si se codifica como Falocéntrico, como papá con mamá. Así es como nuestra socialización y la formación de la identidad, quedan marcadas por esta búsqueda de autoafirmación, nuestra existencia cuestionada, que consistirá en encontrar la persona de tu vida, sea hombre o mujer, al príncipe azul, a la media naranja, puesto que no sabemos qué paso, ni nos podemos imaginar que nuestra madre hubiera tenido que ser otra cosa, otro cuerpo, otro deseo.
La codificación del anhelo no es el mismo para las niñas que para los niños. Para las niñas, la calma de la herida está, según ven ellas, en la figura masculina (el valor simbólico), puesto que aprendió de su madre que la salvación está en el padre y que toda su energía erótica debe ser absorbida por esa figura; es el universo simbólico en el que creció. El cuerpo se desvaloriza en lo más íntimo, en lo más hondo. De este modo, el bloqueo de la energía erótica se convierte en un desprecio de la figura femenina y en la búsqueda de la salvación en el cuerpo masculino. Este es el comienzo del desprecio y la desvalorización de lo que vale, de lo que sirve, de lo que tiene valor para la vida de la mujer y, correlativamente, la sobre-valoración del cuerpo masculino, del falo.
La sublimación de la energía erótica frustrada en la niña es el príncipe azul; es decir, el falo, ser poseída, protegida y cuidada por un hombre; la sublimación paralela para el niño es su propio falo, él sí tiene lo que vale. Esto se ve en la adolescencia: ellas se preocupan por gustar a los chicos; en cambio, ellos deben gustar al grupo de amigos, su autoafirmación les viene del colectivo masculino. El ideal del hombre, la realización de su ego, es poseer mujeres, sentirse y demostrar lo que vale; el ideal de la mujer (en general) es ser poseída por un hombre, sentirse y demostrar lo que vale por lo que vale de objeto de posesión del hombre; su valor es un valor transferido: la mujer vale lo que los hombres (padre, marido, hijo) fijan lo que vale…
                Esta sublimación, en esta sociedad patriarcal, es el orden simbólico que se proyecta en el inconsciente de lo que vale el cuerpo del hombre y el de la mujer y esta desnaturalización, va a estar funcionando toda la vida porque así interpretamos la ansiedad que mana de lo más hondo de nuestra psique: reflejarse como hombre o como mujer significa desplegar la prepotencia y la impotencia, respectivamente fijadas por la sociedad. Todo eso se fija en nuestra psique y se graba con toda la fuerza de la ansiedad latente, porque el cuestionamiento de la existencia sigue manando de la herida. Es decir, realizamos los géneros para afirmar nuestra existencia cuestionada y entonces se afirma la existencia humana negando el cuerpo femenino.
                Los géneros se fijan en la psique del ego masculino y del ego femenino, pero sus raíces están en lo más hondo del inconsciente de la criatura deseante, confiada, inocente que fue herida en el comienzo por la falta de madre entrañable. La figura masculina queda grabada en la mujer como un polo de atracción que distorsiona su energía libidinal; esto sucede cada vez que una mujer después de parir mete al/la bebe/ita en la cuna para volver al lecho conyugal. Con la pretensión de armonía complementaria, el mito de la media naranja oculta que el falocentrismo es una imposición que no puede sino alimentar la relación de poder y sumisión entre los dos sexos, un sexo que se afirma negando a otro.
                Cuando haya una maternidad entrañable y la relación madre-criatura sea sana, las relaciones entre personas serán más saludables; también cuando se vean a los dos sexos como sexos independientes con su energía libidinal; o cuando se reconozca a la mujer como una persona con su propia sexualidad, nos relacionaremos sanamente y nos enamoraremos de personas independientes e indistintamente de su género.
El nombre del padre y la patria potestad
                Esta sociedad patriarcal comenzó con el sometimiento sexual de la mujer. Para lograrlo, el colectivo de los varones inventó un sistema concreto: otorgar a cada uno de ellos una cuota de la potestad de la patria, lo que todavía y no por casualidad en el código civil se llama patria potestad; cada hombre tenía por ser hombre la potestad sobre la vida y muerte de su mujer y de sus servidores; esta prepotencia adscrita al valor del sexo masculino lleva esa impronta. Por eso, en los casos de extrema frustración, a los hombres les sale la extrema violencia contra las mujeres, porque es en su brote de desesperación, cuando se destapa la ansiedad de la herida y sienten su existencia cuestionada, autoafirmándose al mostrar su “derecho” sobre su “posesión” (<>, <>), por eso la compleja mezcla de amor y violencia. Los hombres en su crispación no matan al jefe que les humilla o les despide; en cambio, matan por celos; porque cuando sienten que la mujer no es suficientemente sumisa lo que verdaderamente sienten es el cuestionamiento de su autoafirmación, de la existencia de su ego que se manifiesta como una unidad de poder. La prepotencia masculina no es una simple idea que esta ahí, es un poder material que ha estado definiendo la masculinidad, el concepto de hombre, la construcción de los géneros. No es una ley escrita sobre el papel, sino grabada en el inconsciente colectivo que pertenece a un sistema de identidad con milenios de rodaje, elaboración y asentamiento.
                El nombre del padre esta cargado con la  prepotencia que está unida al falocentrismo. Por eso, la violencia masculina es tan frecuentemente una violencia sexual. Al concepto del padre no se le puede cambiar el contenido y reducirle a la función de amor, cuidado y protección como se pretende, no es neutra ni reciclable. Es un concepto con toda su fuerza simbólica patriarcal vigente y, además, es el eje estructurador de nuestra psique. El mito de la media naranja está relacionado con la sumisión al poder del padre.
                En el contrato social masculino se llegó a la conclusión de que para hacerse con los hijos (patria potestad) había que hacerse con las madres (manus: poder del esposo, matrimonio). Proceso que culmina con la masculinización, haciéndose con las mujeres propiamente dichas.   
 1º El Hombre se impone por la fuerza y establece pautas para desenvolverse
en el Patriarcado de las cuales excluye a la Mujer, el Hombre desarrolla sus
capacidades en torno a esas pautas.
2º Posteriormente domina a la Mujer por la “razón” debido a la incapacidad
propia de las mujeres para asimilar las pautas patriarcales8 y la incapacidad  
adquirida a causa de la exclusión sufrida.
3º Finalmente, las mujeres asimilan las pautas patriarcales9 (superficialmente) y
se preparan para desenvolverse dentro del patriarcado como los hombres.
4º Paralelamente, a raíz de la frustración que produce en la mujer esta situación
se trata de introducir valores femeninos en el plano laboral, financiero y político
para subsanar las deficiencias del Patriarcado y sus sistemas económicos y
políticos, apuntalándolos;    creyendo así, las mujeres por su parte por su parte, que es posible la “feminización” del Orden social imperante.
sto supone que: el Hombre invade el ámbito materno, con su nuevo prototipo
de organización social, incluso físicamente, después, una vez transmitidos los
valores patriarcales en el ámbito materno, para aislar a las madres y semejantes
(mujeres) y evitar una posible influencia en lo social las recluye en el ámbito
“doméstico” y él se desenvuelve en todos (en el “doméstico” en un plano más
secundario), a continuación, ya consolidado el modelo patriarcal (en todos los
ámbitos), las propias mujeres reniegan de la maternidad (pasando también para
las madres  a un plano secundario) ya que ya no es propia sino ajena, pues la 
madre desarrolla su labor al servicio del Padre y de sus intereses y no de los
propios y de los de l@s hij@s; para finalmente ser ellas mismas las que exigen, ya
transformadas, formar parte del ámbito masculino y de su orden en igualdad de
condiciones. 
El Género sólo ha sido un instrumento de dominación,  aunque ha habido interés
en mostrarlo como fin, el Patriarcado prevalece ya que sigue estableciendo el
imperio de la dominación, mediante la sumisión consciente e inconsciente y la
imposición de su propio orden.
Es muy importante que los hombres que desean una nueva condición masculina no patriarcal tengan presente que se trata de acabar con este sistema de identidad portador de los géneros, de la injusticia y de la violencia y por ello deben renunciar a este título; y las mujeres tenemos que dejar de mirarnos a través del filtro de la mirada del hombre (Melandri) y empezar a mirarnos directamente a nosotras mismas. Mientras que no renunciemos al concepto del padre, estaremos reproduciendo nuestra propia autodestrucción.
Las relaciones del poder no son solo una cuestion de genero pero si de patriarcado y este va muy relacionado con la opresion de las mujeres especialmente, ya que los hombres ejercen el poder respeto de las mujeres y lxs niñxs, sobre los unicos que les esta permitido en la cultura patriarcal.. Por culpa del patriarcado suplantador o invasor del feminismo, las mujeres se pueden convertir en aliadas en el frente contra lxs niñxs y quedarse todo en dos bandos en el plano social. impidamoslo si en lugar de esto, las mujeres nos aliamos con las criaturas y los hombres hacen lo mismo pues acabariamos con el patriarcado y nos liberarimos verdaderamente posiblementesetria el inicio del fin de toda autoridad

LA MUJER Y LA LUCHA ANTIPATRIARCAL
 Partiendo de que el estado es patriarcal, perse, nunca promulgó el feminismo sino que lo asimilo institucionalizándolo y convirtiéndolo en patriarcal.
Feminismos hubo muchos tanto como mujeres e ideologías, a todos les unía luchar contra la violencia,  generada por el hombre, que la subyugaba  a no ser ni existir, a ser una marioneta, a callarse, a meterse en lo privado no en la vida pública ni política; las mujeres querían ser ellas mismas, salir,  hablar y ser escuchadas….y salieron en luchas y manifestaciones….Podemos estar o no de acuerdo con algunas feministas y movimientos, pero valoremos su trabajo ya que ellas empezaron a luchar. Entre tanto apareció el anarcofeminismo, que va más allá de lo político, que va a la raíz, que está contra el estado, estas nunca fueron institucionalizadas, este es el feminismo por el que lucho; el anarcofeminismo lucha por lo que queremos: liberar a las mujeres y a nosotras mismas del poder del patriarcado y de la violencia que este genera.
El anarcofeminismo no quiere mujeres (ni hombres está claro) en el gobierno, ni en los ejércitos, ni en la policía…ya que son instituciones que forman parte del estado patriarcal; entes que siempre nos han subyugado.
Las anarcofeministas luchamos por una maternidad antipatriarcal y entrañable, consciente y responsable, fuera del estado, en la que la madre no ejerza poder patriarcal, ni sustituya al padre, en la que la maternidad salga de las entrañas y no por mandato ni del estado, ni de movimientos sociales  (por ejemplo), ni de la O.M.S, ni de ningun metodo...En la que se deje crecer a las criaturas en libertad y a su ritmo, en la que no existan cunas, chupetes, cochecitos: carceles o sustitutos del deseo materno; en la que la mujer no se sienta esclava ni como madre, ni como trabajadora asalariada; en la que reciba apoyo de una colectividad, grupo de crianza...; en la que cree en la independencia de la criatura que pario y la suya.

 CONCLUSION
Ni padre, ni marido, ni esposa: colectividades o tribus de personas libres e independientes que tengan unas relaciones sanas entre ellas, independientemente de su sexo. Donde existan madres entrañables que respeten a las criaturas y a la madre con su carga libidinal. Donde las criaturas aprendan a ser, independientemente de su sexo, personas libres.