
Tuesday, March 25, 2014
Sunday, March 16, 2014
la mujer contra el patriarcado
¿QUÉ ES EL PATRIARCADO?
Orden social vigente que supuso la
instauración del Poder; comenzando con
una toma de poder histórica por parte del
hombre sobre la mujer, en el que las
mujeres, fruto de la represión sufrida, y como
medida autodefensiva, construida
para sobrevivir en un mundo masculino; han
colaborado y colaboran en el
sostenimiento de él de forma inconsciente
generalmente; la mujer ha pasado de
ser propiedad del hombre a asociada. Ya que, en dicho orden “el Hombre” es
el centro y medida de todo, y el análisis de
la realidad se hace desde lo
masculino (androcentrismo). Se trata de una
organización social cuya institución
primaria es la familia, en la cual el Padre
manda, l@s hij@s obedecen y la
maternidad es negada.
Durante
mucho tiempo, la Madre y la Mujer en general,
estuvieron sometidas al
Padre y/o al Marido, al Hombre, en parecida
forma que l@s niñ@s al Padre;
progresivamente esto fue cambiando, de tal
manera que la Mujer, en nombre de
la igualdad, ha ido asumiendo el modelo
masculino y las relaciones de
dominación establecidas
en el sistema sin darse cuenta. Por todo ello, también la
Madre ha renunciado a
ella misma, poniéndose de parte del Padre; frente a l@s
niñ@s, desde el
adultocentrismo (es decir, el/la “Adult@” es el centro y medida
de todo y lo más
importante).
El Patriarcado es el
origen de todas las formas de dominación. Supuso la
primera gran división
social, anterior a la escisión en clases, la cual no es más
que un reflejo de la
primera.
Digamos que las señas de
identidad ancestrales de la cultura matrística
(matrifocal) giran en
torno a conceptos como: la maternidad respetuosa con la
criatura [con su libertad
y autorregulación] y basada en el deseo materno;
comunidad + colectivización
+ apoyo mutuo + conciliación; la persona como
parte de la naturaleza;
emoción, sensibilidad, sensualidad + racionalidad,...
antagónicos de la lógica
de la dominación patriarcal: la propiedad, la familia-
matrimonio, la
desensibilización, la jerarquía, el Estado, la civilización, la
colonización, el
ejército, la explotación, ...
Pasos para el control de
la Mujer como sujeto histórico
Plano psicobiológico:
“El Hombre: 1º la raptó, 2º la violó, 3º la
hizo madre a la fuerza, 3º le quitó l@s
hij@s también a la
fuerza, 4º cuando se hubo saciado de la violencia le dijo que
corría peligro y que él
estaba dispuesto a “protegerla”” (Victoria Sau).
Plano psicosocial:
1º Infundiendo miedo
mediante la represión violenta más o menos directa, 2º
despreciando a ellas y a
todo su mundo, 3º alabando su función femenina al
servicio del patriarcado
y 4º permitiendo la masculinización de la mujer, no por
demostrar sus capacidades
sino por capacitarse para el sistema establecido,
pasando de objeto a sujeto, perfeccionándolo.
Cada vez que una mujer
sufre malos tratos por parte de un hombre,
en el sentido aceptado
por el propio Patriarcado, se reproduce el proceso de
sometimiento histórico
psicosocial, excepto en la “masculinización” que es
rechazada (por tratarse
de unos malos tratos o machismo más visceral).
El Patriarcado ha
perpetrado el asesinato de la naturaleza humana, ha
domesticado a la criatura
humana, la ha arrebatado su capacidad de ser libre.
El Patriarcado ha
cometido el Matricidio Humano Universal.
El Patriarcado ha
provocado la traición femenina, creando “mujeres cohartada”
y “mujeres-macho”.
Habría que “matar al
Hombre” para liberar a las mujeres.
Habría que “matar al
Padre... o a todo lo que le represente” para liberar a l@s
niñ@s y evitar el
matricidio.
Habría que recuperar a
“la mujer prohibida” para acabar con el patriarcado.
lA MECÁNICA PATRIARCAL Y
SU REPERCUSIÓN
El Patriarcado marca las
pautas en el plano social, más, si cabe, que las
circunstancias económicas
o políticas, al menos en un plano más profundo y
universal, ya que de él
parten todos los sistemas del Poder.
Al principio el objetivo
fundamental del Hombre consiste en tratar de demostrar
su supremacía
exageradamente (impresionar), de la única manera que entonces
estaba capacitado a
ejercer: por la fuerza física, la brutalidad y la crueldad, y lo
hizo en un plano personal
mediante la represión directa hacia las mujeres y lo
femenino ancestral, y en
un plano social mediante el imperialismo
(la dominación
masiva de otros pueblos)
y el establecimiento de leyes (Derecho: Código de
Hammurabi, Derecho
Romano, etc.).
“Mediante el dominio y la
posesión de las mujeres y de l@s hij@s el Hombre
suple su complejo de
inferioridad, debido a su papel complementario y
secundario como apoyo
maternal en la concepción y la crianza que tiene por
naturaleza, y es así como
en compensación de sus mermadas
facultades
naturales, crea una
cultura reaccionaria en la medida en que toda ella no es sino
una reacción a no- ser
(control de la vida y la muerte)”. (Victoria Sau).
Después, además, logró
consolidar el Patriarcado, negando la naturaleza misma
del ser humano y
eliminando todo vestigio de ella que se encontraba en las
mujeres y las criaturas: primero
mediante la separación de las mujeres en
función de la utilidad
(sexual, materna y custodia), a continuación mediante la
moralización y después
mediante la civilización, consistente en mostrar como
malo la proximidad, el
contacto afectuoso, el establecimiento de tabúes como la
sexualidad (tabú del
incesto, complejo de Edipo,...), la muerte, el dinero, las
cosas de mayores,... en
la inculcación y asunción de modales y normas de
comportamiento represivos
y autocoercitiv@s.
Debido a las carencias
propias naturales y las generadas por la ruptura del
vínculo materno y la
frialdad en las relaciones, el Hombre tiene un afán de
posesión cada vez mayor
que le lleva a expoliar los recursos de otr@s pueblos
y a mercantilizar la vida,
poniendo la sociedad y su medio al servicio del Dinero,
cuyo valor supremo será
el respeto a la propiedad.
Progresivamente el
afecto, la heterosexualidad y la fidelidad matrimoniales,
basados en la preferencia
personal, se convirtieron en amor conyugal
obligatorio para todos,
al servicio de la procreación. Aún con la abstinencia
como posición moral más
elevada.
La mujer era vista como
un ser imperfecto y delicado.
En la actualidad las
premisas cambian, por conveniencia del sistema patriarcal, a
raíz de cambios sociales
inducidos (a pesar de la Iglesia y de los sectores más
conservadores de la
sociedad), se produce un ensalzamiento de la función
sexual “la ideología del
sexo sustituye la necesidad de la ideología del amor en el
matrimonio” (condicionado
por la utilización de métodos anticonceptivos y la
mercantilización del
deseo) y se favorece la aceptación de otras formas de
familia no tradicionales,
así como la soltería, y busca la conciliación de la vida
laboral de ambos cónyuges
con la crianza de l@s hij@s (tratando de favorecer
la función procreativa y
la masculinización de la mujer), todo lo que, unido a la
creación de falsas
necesidades en el individuo lleva a favorecer, de forma
completamente irracional,
la explotación de los recursos y el consumo
desmedido (capitalismo).
violencia social contra
las mujeres
La Violencia contra la mujer contribuye al
sistema de poder, organizador de la sociedad dentro de un complicado conjunto
de relaciones en la a veces
invisible e interiorizada
asunción de la supremacía
masculina. La violación
no es la única forma de
control que los hombres
sociales pueden ejercer en
relaciones de pareja, de
amistad o de compañerismo.
La función del abuso ya
sea éste tanto físico como
emocional es una forma de
mantenimiento involun-
tario de jerarquías y
control sobre la mujer, sexuali-
dad femenina, y sistemas
de reproducción.
El silencio y la discreción que con
frecuencia
envuelven cuestiones de
poder y dominación de
guna forma debería ser
tomado como cómplice; sin embargo, nosotras
como mujeres y
supervivientes no permaneceremos en silencio mucho
comunicado
guna forma debería ser
tomado como cómplice; sin embargo, nosotras
como mujeres y
supervivientes no permaneceremos en silencio mucho
más.
Los ataques sexuales y la
violación no son cosas que simplemente
pasan. No son simples
transgresiones individuales. Estos actos son po-
líticos – perpetuaciones
intencionales de un sistema de dominación; un
sistema que subordina a
las mujeres en muchos niveles; un sistema que
siempre es violento,
hostil, y manipulador; un sistema que no puede pro-
ponerse “arreglar” a los
perpetradores a un nivel filosófico y luego volver
a acogerlos en los brazos
de la comunidad que han atacado. Y nunca fue
un simple ataque, sino un
refuerzo deliberado de la opresión patriarcal.
Estos sistemas requieren
a una autodefensa tan material como los actos
al que se enfrenta.
VIOLENCIA INTERIORIZADA
DE LAS MUJERES
esto plantearé cómo aparece en esta sociedad
patriarcal la violencia interiorizada en las mujeres y cómo después, se
trasmite a las criaturas, convirtiéndolas en género masculino y género
femenino.
La sexualidad de la mujer y el
falocentrismo
La sexualidad de la mujer no es siempre la
misma. A lo largo de su vida pasa por diferentes ciclos y estados sexuales,
unos de mayor producción libidinal que otros y, sobre todo, de diferente
orientación. El equilibrio emocional, tanto psíquico como orgánico, libidinal y
hormonal, que sostienen nuestros cuerpos es un proceso ondulante cíclico. Sin
embargo, funcionamos como si nuestra producción sexual y libidinal fuese algo
rectilíneo y siempre la misma, entrando en una sexualidad adulta y
falo-céntrica.
En el falocentrismo, el falo es el centro de
la sexualidad que se orienta y gira en torno al él, siendo el objeto de todas
las pulsiones, de todo el deseo, capaz de atraer y absorber el conjunto de la
energía erótica de la mujer. Este mensaje lo vamos interiorizando desde que
nacemos, desde el momento en que, como dice Lea Melandri, “nuestra madre no
esta ahí como mujer con su cuerpo de mujer en gestación extrauterina sino de
mujer del hombre para el hombre”. Al negarnos su cuerpo, niega todo el caudal
de energía erótica y toda la sexualidad no falocentrica de la mujer. Y
aprendemos a percibirnos a través de la mirada del hombre y a desvalorar
nuestro cuerpo. Esto es el núcleo básico, el germen inicial de una
socialización que será devastadora de nuestro cuerpo y de nuestra energía sexual;
no sólo porque de niñas y adolescentes nos perdemos todo un desarrollo-no
falocéntrico- de nuestra sexualidad, sino, sobre todo, porque nuestro cuerpo
adulto ha somatizado toda esa represión, se ha hecho un cuerpo acorazado y
tieso con un útero inmovilizado, sin haber desarrollado nuestro sistema
erógeno, interiorizando. Además, la desvalorización y el desprecio del propio
cuerpo, origen de toda la misoginia, el caudal de emoción envenenada que
alienta la sociedad patriarcal.
No
es el mismo estado sexual ni el mismo equilibrio hormonal el que tiene la mujer
cuando ovula que cuando menstrúa. También es diferente el estado de la mujer
grávida de la que no lo está, ni el de la mujer en parto o después del parto, o
durante la gestación extrauterina o a lo largo de una lactancia prolongada...,
o cuando vivimos la pasión amorosa con otra persona. Hemos perdido, a lo largo de la socialización patriarcal, la
percepción del estado cambiante de nuestro cuerpo, de cómo lo sentimos, de
nuestros diferentes flujos y de sus olores, siendo éste elemento básico de la
sexualidad y de la atracción mutua.
Hace
4 o 5 mil años, el poder de un colectivo de hombres creó una sociedad basada en
el sometimiento de la mujer y las criaturas. Este sometimiento incluía de una
manera muy especial, su sometimiento sexual; es decir, se creo una sociedad
basada en la violación sistemática de los deseos de la mujer.
Independientemente de que esta violación en la práctica sea más o menos forzada
o violenta, según los momentos, poco apoco se consigue que el deseo de la mujer
deje de ser relevante, hasta que se anula, desaparece y se limita a la
complacencia falocéntrica. Las mujeres perdieron sus costumbres (reuniones,
bailes voluptuosos, baños sensuales compartidos entre hermanas, tías, madres,
abuelas...) Perdieron la libertad de su cuerpo y la conciencia del mismo, el
cuerpo a cuerpo con sus criaturas. Perdieron la maternidad, nacida del deseo e
impulsada por el placer. El deseo sexual en la mujer pasa a ser lascivo y
deshonesto. Las madres entrañables pasaron a ser patriarcales, teniendo la
misión de introyectar el pudor y recato a las hijas convirtiéndose en la
garantía de la paralización de todo atisbo de producción deseante del deseo
sexual de las futuras generaciones de mujeres. Se cortó de raíz el valor del
cuerpo femenino y eldesarrollo natural de la sexualidad de la mujer. Por ello,
la mujer empezó a taparse con velos, a andar tiesa como un palo, a cambiar la
forma de sentarse: antes de cuclillas o en asientos bajos con las piernas abiertas;
ahora con las piernas juntas, recubiertas por amplias faldas...
En oriente están los velos, y en esta sociedad
occidental existe una auto- represión y una violencia interiorizada en nuestros
cuerpos. Interiorizar que nuestros cuerpos sólo valen para gustar a los hombres
es una violencia que destruye el enorme
potencial que tenemos, es una autentica castración y negación de nuestras
vidas. Y todo porque carecemos desde el nacimiento de la madre entrañable, del
cuerpo de mujer que es el entorno adecuado para responder a toda la producción
amorosa propia de nuestra condición humana; no hay reciprocidad ni humanidad
donde puedan fluir y expandirse toda esta producción. Entonces, con tanto
anhelo de amor que no cesa de frustrarse con tanta ansiedad de amar y ser
amadas, concentramos todas nuestras fuerzas en hacer lo que sea para adaptarnos
a la norna que establece lo que hay que ser, y lo que hay que dejar de ser,
para tener esa aceptación y ese amor que nos es imprescindible para vivir. Sin
embargo, todo esta ritualizado y normalizado, y sólo se perciben los procesos
más visibles de esta autodestrucción como la anorexia y la bulimia, siendo sólo
la punta de un gran iceberg que es preciso determinar y conocer.
Cómo actúa el orden simbólico en el inconsciente femenino y masculino
La
falta básica, la falta del cuerpo a cuerpo con la madre, no se dice ni se sabe,
pero su anhelo se proyecta a lo que vemos, desde nuestra soledad en la cuna:
papá y mamá juntos en la misma cama (u otras relaciones). Esta imagen se
presenta como el fin de la ansiedad y la relación del deseo, que entonces se
percibe, si se codifica como Falocéntrico, como papá con mamá. Así es como
nuestra socialización y la formación de la identidad, quedan marcadas por esta
búsqueda de autoafirmación, nuestra existencia cuestionada, que consistirá en
encontrar la persona de tu vida, sea hombre o mujer, al príncipe azul, a la
media naranja, puesto que no sabemos qué paso, ni nos podemos imaginar que
nuestra madre hubiera tenido que ser otra cosa, otro cuerpo, otro deseo.
La codificación del anhelo no es el mismo para
las niñas que para los niños. Para las niñas, la calma de la herida está, según
ven ellas, en la figura masculina (el valor simbólico), puesto que aprendió de
su madre que la salvación está en el padre y que toda su energía erótica debe
ser absorbida por esa figura; es el universo simbólico en el que creció. El
cuerpo se desvaloriza en lo más íntimo, en lo más hondo. De este modo, el
bloqueo de la energía erótica se convierte en un desprecio de la figura
femenina y en la búsqueda de la salvación en el cuerpo masculino. Este es el
comienzo del desprecio y la desvalorización de lo que vale, de lo que sirve, de
lo que tiene valor para la vida de la mujer y, correlativamente, la sobre-valoración
del cuerpo masculino, del falo.
La sublimación de la energía erótica frustrada
en la niña es el príncipe azul; es decir, el falo, ser poseída, protegida y
cuidada por un hombre; la sublimación paralela para el niño es su propio falo,
él sí tiene lo que vale. Esto se ve en la adolescencia: ellas se preocupan por
gustar a los chicos; en cambio, ellos deben gustar al grupo de amigos, su
autoafirmación les viene del colectivo masculino. El ideal del hombre, la
realización de su ego, es poseer mujeres, sentirse y demostrar lo que vale; el
ideal de la mujer (en general) es ser poseída por un hombre, sentirse y
demostrar lo que vale por lo que vale de objeto de posesión del hombre; su
valor es un valor transferido: la mujer vale lo que los hombres (padre, marido,
hijo) fijan lo que vale…
Esta
sublimación, en esta sociedad patriarcal, es el orden simbólico que se proyecta
en el inconsciente de lo que vale el cuerpo del hombre y el de la mujer y esta
desnaturalización, va a estar funcionando toda la vida porque así interpretamos
la ansiedad que mana de lo más hondo de nuestra psique: reflejarse como hombre
o como mujer significa desplegar la prepotencia y la impotencia,
respectivamente fijadas por la sociedad. Todo eso se fija en nuestra psique y
se graba con toda la fuerza de la ansiedad latente, porque el cuestionamiento
de la existencia sigue manando de la herida. Es decir, realizamos los géneros
para afirmar nuestra existencia cuestionada y entonces se afirma la existencia
humana negando el cuerpo femenino.
Los
géneros se fijan en la psique del ego masculino y del ego femenino, pero sus
raíces están en lo más hondo del inconsciente de la criatura deseante,
confiada, inocente que fue herida en el comienzo por la falta de madre
entrañable. La figura masculina queda grabada en la mujer como un polo de
atracción que distorsiona su energía libidinal; esto sucede cada vez que una
mujer después de parir mete al/la bebe/ita en la cuna para volver al lecho
conyugal. Con la pretensión de armonía complementaria, el mito de la media
naranja oculta que el falocentrismo es una imposición que no puede sino
alimentar la relación de poder y sumisión entre los dos sexos, un sexo que se
afirma negando a otro.
Cuando
haya una maternidad entrañable y la relación madre-criatura sea sana, las
relaciones entre personas serán más saludables; también cuando se vean a los
dos sexos como sexos independientes con su energía libidinal; o cuando se
reconozca a la mujer como una persona con su propia sexualidad, nos
relacionaremos sanamente y nos enamoraremos de personas independientes e
indistintamente de su género.
El nombre del padre y la patria potestad
Esta
sociedad patriarcal comenzó con el sometimiento sexual de la mujer. Para
lograrlo, el colectivo de los varones inventó un sistema concreto: otorgar a
cada uno de ellos una cuota de la potestad de la patria, lo que todavía y no
por casualidad en el código civil se llama patria potestad; cada hombre tenía
por ser hombre la potestad sobre la vida y muerte de su mujer y de sus servidores;
esta prepotencia adscrita al valor del sexo masculino lleva esa impronta. Por
eso, en los casos de extrema frustración, a los hombres les sale la extrema
violencia contra las mujeres, porque es en su brote de desesperación, cuando se
destapa la ansiedad de la herida y sienten su existencia cuestionada,
autoafirmándose al mostrar su “derecho” sobre su “posesión” (<>, <>), por eso la compleja mezcla de amor y violencia. Los hombres
en su crispación no matan al jefe que les humilla o les despide; en cambio,
matan por celos; porque cuando sienten que la mujer no es suficientemente
sumisa lo que verdaderamente sienten es el cuestionamiento de su
autoafirmación, de la existencia de su ego que se manifiesta como una unidad de
poder. La prepotencia masculina no es una simple idea que esta ahí, es un poder
material que ha estado definiendo la masculinidad, el concepto de hombre, la
construcción de los géneros. No es una ley escrita sobre el papel, sino grabada
en el inconsciente colectivo que pertenece a un sistema de identidad con
milenios de rodaje, elaboración y asentamiento.
El
nombre del padre esta cargado con la
prepotencia que está unida al falocentrismo. Por eso, la violencia
masculina es tan frecuentemente una violencia sexual. Al concepto del padre no
se le puede cambiar el contenido y reducirle a la función de amor, cuidado y
protección como se pretende, no es neutra ni reciclable. Es un concepto con
toda su fuerza simbólica patriarcal vigente y, además, es el eje estructurador
de nuestra psique. El mito de la media naranja está relacionado con la sumisión
al poder del padre.
En
el contrato social masculino se llegó a la conclusión de que para hacerse con
los hijos (patria potestad) había que hacerse con las madres (manus: poder del
esposo, matrimonio). Proceso que culmina con la masculinización, haciéndose con
las mujeres propiamente dichas.
1º El Hombre se impone por la fuerza y
establece pautas para desenvolverse
en el Patriarcado de las
cuales excluye a la Mujer, el Hombre desarrolla sus
capacidades en torno a
esas pautas.
2º Posteriormente domina
a la Mujer por la “razón” debido a la incapacidad
propia de las mujeres
para asimilar las pautas patriarcales8 y la incapacidad
adquirida a causa de la
exclusión sufrida.
3º Finalmente, las
mujeres asimilan las pautas patriarcales9 (superficialmente) y
se preparan para
desenvolverse dentro del patriarcado como los hombres.
4º Paralelamente, a raíz
de la frustración que produce en la mujer esta situación
se trata de introducir
valores femeninos en el plano laboral, financiero y político
para subsanar las
deficiencias del Patriarcado y sus sistemas económicos y
políticos,
apuntalándolos; creyendo así, las
mujeres por su parte por su parte, que es posible la “feminización” del Orden
social imperante.
sto supone que: el Hombre
invade el ámbito materno, con su nuevo prototipo
de organización social,
incluso físicamente, después, una vez transmitidos los
valores patriarcales en
el ámbito materno, para aislar a las madres y semejantes
(mujeres) y evitar una
posible influencia en lo social las recluye en el ámbito
“doméstico” y él se
desenvuelve en todos (en el “doméstico” en un plano más
secundario), a continuación,
ya consolidado el modelo patriarcal (en todos los
ámbitos), las propias
mujeres reniegan de la maternidad (pasando también para
las madres a un plano secundario) ya que ya no es propia
sino ajena, pues la
madre desarrolla su labor
al servicio del Padre y de sus intereses y no de los
propios y de los de l@s
hij@s; para finalmente ser ellas mismas las que exigen, ya
transformadas, formar
parte del ámbito masculino y de su orden en igualdad de
condiciones.
El Género sólo ha sido un
instrumento de dominación, aunque ha
habido interés
en mostrarlo como fin, el
Patriarcado prevalece ya que sigue estableciendo el
imperio de la dominación,
mediante la sumisión consciente e inconsciente y la
imposición de su propio
orden.
Es muy importante que los
hombres que desean una nueva condición masculina no patriarcal tengan presente
que se trata de acabar con este sistema de identidad portador de los géneros,
de la injusticia y de la violencia y por ello deben renunciar a este título; y
las mujeres tenemos que dejar de mirarnos a través del filtro de la mirada del
hombre (Melandri) y empezar a mirarnos directamente a nosotras mismas. Mientras
que no renunciemos al concepto del padre, estaremos reproduciendo nuestra
propia autodestrucción.
Las relaciones del poder
no son solo una cuestion de genero pero si de patriarcado y este va muy
relacionado con la opresion de las mujeres especialmente, ya que los hombres
ejercen el poder respeto de las mujeres y lxs niñxs, sobre los unicos que les
esta permitido en la cultura patriarcal.. Por culpa del patriarcado suplantador
o invasor del feminismo, las mujeres se pueden convertir en aliadas en el
frente contra lxs niñxs y quedarse todo en dos bandos en el plano social.
impidamoslo si en lugar de esto, las mujeres nos aliamos con las criaturas y
los hombres hacen lo mismo pues acabariamos con el patriarcado y nos
liberarimos verdaderamente posiblementesetria el inicio del fin de toda
autoridad
LA MUJER Y LA LUCHA
ANTIPATRIARCAL
Partiendo de que el estado es
patriarcal, perse, nunca promulgó el feminismo sino que lo asimilo
institucionalizándolo y convirtiéndolo en patriarcal.
Feminismos hubo muchos tanto como mujeres e
ideologías, a todos les unía luchar contra la violencia, generada por el hombre, que la subyugaba a no ser ni existir, a ser una marioneta, a
callarse, a meterse en lo privado no en la vida pública ni política; las
mujeres querían ser ellas mismas, salir,
hablar y ser escuchadas….y salieron en luchas y manifestaciones….Podemos
estar o no de acuerdo con algunas feministas y movimientos, pero valoremos su
trabajo ya que ellas empezaron a luchar. Entre tanto apareció el
anarcofeminismo, que va más allá de lo político, que va a la raíz, que está
contra el estado, estas nunca fueron institucionalizadas, este es el feminismo
por el que lucho; el anarcofeminismo lucha por lo que queremos: liberar a las
mujeres y a nosotras mismas del poder del patriarcado y de la violencia que
este genera.
El anarcofeminismo
no quiere mujeres (ni hombres está claro) en el gobierno, ni en los ejércitos,
ni en la policía…ya que son instituciones que forman parte del estado
patriarcal; entes que siempre nos han subyugado.
Las anarcofeministas luchamos por una
maternidad antipatriarcal y entrañable, consciente y responsable, fuera del
estado, en la que la madre no ejerza poder patriarcal, ni sustituya al padre,
en la que la maternidad salga de las entrañas y no por mandato ni del estado,
ni de movimientos sociales (por ejemplo),
ni de la O.M.S, ni de ningun metodo...En la que se deje crecer a las criaturas
en libertad y a su ritmo, en la que no existan cunas, chupetes, cochecitos:
carceles o sustitutos del deseo materno; en la que la mujer no se sienta
esclava ni como madre, ni como trabajadora asalariada; en la que reciba apoyo
de una colectividad, grupo de crianza...; en la que cree en la independencia de
la criatura que pario y la suya.
CONCLUSION
Ni padre, ni marido, ni esposa: colectividades o
tribus de personas libres e independientes que tengan unas relaciones sanas
entre ellas, independientemente de su sexo. Donde existan madres entrañables
que respeten a las criaturas y a la madre con su carga libidinal. Donde las
criaturas aprendan a ser, independientemente de su sexo, personas libres.
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